Los niños pequeños no se niegan de manera suave, disimulada.
Lo hacen a las claras y sin paños calientes: no, no, no. Muchas veces demasiado
pequeños como para explicar los motivos con palabras pero teniéndolos muy
claros dentro de su cabeza.
Un no así tan rotundo te tiene que mover algo por dentro. Es
inaceptable en el mundo del adulto, está muy mal visto.
De hecho, al crecer muchas personas pierden esta capacidad
de decir que no y se pasan al extremo opuesto. ¿Te has fijado en la cantidad de
literatura que hay sobre cómo aprender a decir que no? ¿a qué viene tanto lío?
Si hasta un niño de dos años sabe decirlo ¿dónde está el problema?
El problema puede comenzar justo ahí, cuando eres pequeño y
descubres el NO. La reacción de tus padres es clave para que no acabes leyendo
un libro de autoayuda sobre asertividad.
Vuelvo a la pregunta del principio:
¿qué se te mueve por dentro cuando tu hijo te dice que NO?
Puedes llamarlo enfado, frustración o como quieras pero lo
que suele haber detrás es una sensación de pérdida de poder, de que ya no
puedes hacer lo que quieres porque hay otra persona que te lo está impidiendo
(y en este caso además, la persona en cuestión no levanta más de un metro del
suelo).
¿Qué haces cuando sientes que pierdes el poder?
Lo instintivo y natural es intentar recuperarlo. Las
naturaleza humana es así.
Igual ya has leído en otro sitio que cuando un niño pequeño
dice que no, lo que está haciendo es buscar autonomía, reafirmar su
personalidad o diferenciar entre sí mismo y los demás.
Todo esto es cierto. Pero lo que no te dicen es que cuando
un niño busca el poder, tú tienes que ceder y eso molesta porque no estás acostumbrada
a perder con él.
Así que para evitar este malestar puedes cometer el error de
intentar aliviarlo intentando recuperar ese poder perdido así directamente, en
una lucha abierta y contestar:
¡Pues va a ser que sí porque lo digo yo y punto!
Una declaración de guerra en toda regla que si se queda en
un hecho puntual puede quedar ahí y ya está pero que si se repite el resultado
es la destrucción mutua: tu hijo cada vez más instaurado en el no y tú cada vez
más cabreada.
Como persona adulta en esta situación, es tu deber parar la
guerra si ya ha comenzado o evitar que se produzca.
Cómo parar esta lucha por el poder.
El primer paso es admitir que te molesta. Hablarlo con tu
pareja o con quien sea que no te juzgue.
Es molesto que tu hijo te diga que no, no pasa nada. No
tienes por qué ser una balsa de aceite, tú también tienes emociones y si las
niegas, acabarán por tomar el control de tus reacciones.
Así que no tengas miedos a decirlo:
“Me desespera que mi hijo no me haga caso.”
Bien, ya está. Ahora siguiente paso.
¿Qué vas a hacer con esa desesperación o ese cabreo? Puedes
pararte a pensar de dónde viene o pensar simplemente que perder poder duele y
que por eso te pones así. El caso es buscarle una explicación que te sirva y
que no incluya a tu hijo.
Que te moleste que tu hijo te diga que no es un problema
tuyo, no de él. No puedes pretender que deje de negarse por el simple hecho de
que a ti te molesta, porque está en su derecho a hacerlo.
Al fin y al cabo, crecer significa tener cada vez más poder
(llámalo responsabilidad o autonomía pero es poder al fin y al cabo) sobre su
propia vida y eso es lo que está haciendo. El que tú sientas que tienes que
perder para que él gane no es su problema, es el tuyo.
Una vez hecho esto, es hora de cambiar la mirada, de aceptar esta pérdida por un bien mayor: el de ver a tu hijo crecer en vez de verlo desafiarte.
Admitir el dolor porque ya no es un bebé y que a partir de
ahora puede empezar a tomar sus propias decisiones, dentro de sus
posibilidades.
Admitir el dolor porque ya no tienes el control absoluto
sobre su vida y tienes que empezar a entregarle un poco de responsabilidad.
Admitir el dolor y valorar rápidamente si vale la pena
luchar porque diga que sí o podemos dejarlo estar.
Educar no es fácil, pero el primer paso es admitir nuestros
propios sentimientos.
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Brillante como siempre. Lo de que esté en nuestras manos prevenir que nuestros niños no se den a la autoayuda me ha encantado.
ResponderEliminarGracias! ;)
EliminarUn artículo genial. Intentaré recordarlo y tenerlo en cuenta cuando mi hija llegue a esa época. Muchas gracias por tus pautas!
ResponderEliminarGracias a ti por comentar :)
EliminarHola estoy recién comenzando a leer tus artículos Cristina. Este en particular me encantó, pero que hacer cuando el no los pone en riesgo, ya sea por querer cruzar la calle corriendo o no querer abrigarse cuando hace frío. cambiar a mi peque es una lucha de poder de patadas y manotasos constantemente por ejemplo. agradezco tu ayuda.
ResponderEliminarHola Romina. Antes de nada, gracias por comentar. Si vas leyendo otros posts que he escrito, verás alguno en el que doy alternativas al NO, aunque la clave es reducir al mínimo esos noes para que los que queden sean de verdad por una cuestión de riesgo, como cruzar la calle corriendo, por ejemplo (aún ahí, hay alternativas como distraer, etc.)
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