Debería ganar más dinero.
Debería comer más sano.
Debería ser mejor madre.
Debería llegar a todo.
¿Cuántos “deberías” te dices a lo largo del día? ¿Cuántas
obligaciones te impones sabiendo que no las vas a cumplir? ¿Cuántas veces te has
dicho, en definitiva, “yo no debo ser así"?
Tu vida es ésta, la que tienes. Te puedes pasar la vida
pensando que tendrías que tener otra vida, en cómo deberían ser las cosas y qué
sentirías o pensarías si tuvieses la vida que quisieses tener.
Es cierto que a veces es bueno perderse en ensoñaciones o alargar los pensamientos negativos para que no nos invadan.
Pero los debería son dañinos, porque te culpan por no conseguir
lo que te dicen que se supone que tienes que hacer. Son perjudiciales porque
crean en ti un sentimiento de culpa absurdo. Absurdo porque al fin y al cabo
¿quién te ha dicho que “deberías” hacer todo esto?
¿De dónde te vienen tus “deberías”?
El primer paso para desechar de la cabeza estas imposiciones
es saber de dónde proceden. Ya sabes, para acabar con el enemigo, primero hay
que conocerlo.
Para esto, puedes hacer un ejercicio muy sencillo de
visualización. Este ejercicio consiste en cerrar los ojos y repetir una y otra
vez la frase que te atormenta (por ejemplo: “debería ser mejor madre”).
Mientras la repites, tienes que visualizar en tu cabeza a
una persona que te está diciendo eso, en vez de ser tú misma. Continúa con el
ejercicio hasta que reconozcas a esa persona.
¿A quién te has imaginado riñéndote?
¿A tu madre, tu abuela, tu pareja? Quizás te sorprendas con
el resultado…o quizás ya lo tenías muy claro.
Recuerda hacer este ejercicio con cada una de los
“deberías,” porque el resultado puede ser diferente.
Por ejemplo, para “debería ser mejor madre” te imaginas a tu
propia madre pero para el “debería trabajar más” te imaginas a tu pareja.
La idea es que empieces a darte cuenta de que estas
imposiciones que haces tuyas, en la mayoría de los casos te ha venido de fuera
y las has interiorizado. Es algo muy normal y forma parte del proceso de
crecimiento, peor a veces nos llenan de culpa sin ningún motivo.
Cuando ves la cara de otra persona diciéndote lo que
deberías hacer, es mucho más fácil que le des razones por las que no tienes por
qué hacerlo. Me explico: discutir con uno mismo es mucho más complicado que
hacerlo con otra persona.
Cambia los deberías por los quiero
Si haces el ejercicio anterior, puedes darte cuenta de que
muchos de los deberías que te atormentan cada día, no son en realidad deseos
tuyos.
Por ejemplo: “debería ascender de puesto”. Igual no es un
deseo tuyo y estás contenta dónde estás, con tu sueldo y tu tiempo libre para
dedicarlo a tu familia o a lo que te gusta hacer.
Sin embargo, la presión de la sociedad o de la familia, te
impone una idea en la cabeza de lo que debería hacer o no una mujer de tu edad.
Darte cuenta de que no es un deseo tuyo sino de otros, te ayudará a filtrar
este debería.
Tú no debes hacer nada que no quieras realmente.
Así que cambia el chip y traduce tus debería por quiero.
- Quiero dormir más.
- Quiero ganar más dinero.
- Quiero comer más sano.
- Quiero ser mejor madre.
- Quiero llegar a todo.
- Etc.
¿Estás de acuerdo con todos? Retira los que no comulguen con
tu forma de ver la vida, no son obligaciones, ahora son deseos, y los deseos
son voluntarios.
Concreta tus deseos
Las personas tendemos a la abstracción cuando hablamos de
deseos, nos vamos a cuestiones poco tangibles o medibles. Haciéndolo así, nunca
podremos saber si hemos cumplido nuestro sueño o no porque no sabemos en qué
consiste exactamente.
Por ejemplo: “quiero ganar más dinero” es muy general,
habría que concretar en ¿cuánto más quieres ganar? ¿en cuánto tiempo?
Otro ejemplo: “quiero ser mejor madre” ¿qué es ser mejor
madre? ¿qué tendrías que hacer para ser mejor madre?
Concretar convierte los deseos en algo más alcanzable, en
objetivos concretos que se pueden medir y valorar. En la guía “Crianza centrada en soluciones” hablo más en profundidad de este tema.
Concretar los deseos también nos ayuda a reconocer cuáles
son los anhelos que dependen de una y cuáles no. Por ejemplo, tú puedes querer
que te toque la lotería pero aparte de comprar un billete, poco más puedes
hacer. No es un deseo que dependa de ti
y por lo tanto se tiene que quedar en el plano de los anhelos.
En cambio “quiero discutir menos con mis hijos” sí puede
estar en tu mano y puedes ponerte manos a la obra para conseguir este objetivo.
Ahora te toca a ti ¿cuántos “deberías” tienes en la cabeza?
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Estoy totalmente de acuerdocontigo. De hecho, mientras leía el principio del post iba pensando que hemos de pensar en lo que queremos y no en lo que "debemos" hacer. Además, creo que es aplicable también a la forma de crianza ya que muchas veces también tenemos "deberías" que no van con nuestros deseos.
ResponderEliminarEs aplicable a todo, a la crianza, al trabajo, a la familia...los deberías nunca son buenos, sobre todo si son impuestos por los demás
EliminarDesde luego el poder del lenguaje es tremendo. Menos deber y más querer. Me ha gustado mucho. Yo suelo decir " a ver si (esto o lo otro) un poco más" Condescendiente que es una jejeje
ResponderEliminarPues también es una buena idea: centrarse en lo que te gusta y funciona y hacerlo más ;)
EliminarUn artículo genial, me ha ayudado un montón.Intentaré enfocar más mis esfuerzos en lo que yo quiero y no en lo que la gente quiere que yo haga o sea.
ResponderEliminara veces las opiniones de personas cercanas nos condicionan la vida y luego nos arrepentimos. El problema es hacer frente aesas opiniones de una forma sútil y evitar que aquellas personas no se molesten por ignorar sus "sugerencias".
Muchas gracias por tu comentario. Me alegro que te haya servido para cambiar la perspectiva. A veces nos esforzamos tanto en agradar a los demás que nos olvidamos de nuestras propias necesidades y de que sabemos más de lo que creemos
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