Gran sabiduría la del refranero popular, ¿no os parece?.
Estos meses atrás he escrito posts sobre cómo encajar las críticas, cómo sobrevivir a las fiestas familiares y por qué la gente critica tanto las cuestiones de crianza y maternidad.
Ahora bien, me he dado cuenta de que nunca he escrito sobre
lo esencial, que es que los comentarios nos ofenden en la medida en que nosotros
les dejamos.
Si alguien nos da un puñetazo en la cara nos duele, puede
que hasta sangremos y que se nos rompa algún diente. Hay pruebas físicas de ese
daño, incluso podemos denunciar al agresor.
En cambio, critica nuestra forma de hacer las cosas, no
queda ninguna evidencia del mal causado. Es más, el mismo insulto puede
hacernos mucho daño o resbalarnos dependiendo de la persona que lo diga.
Antes de continuar, no estoy hablando del maltrato
psicológico o de la violencia de género. Estas son cuestiones que nada tienen
que ver con lo que voy a contar ahora. Aclaro esto para no herir sensibilidades:
voy a hablar de las críticas que nos hace la gente (conocida o no) a nuestra
forma de criar.
Seguimos. Dice también la sabiduría popular que las palabras
pueden herir más que las espadas. Es cierto pero sólo si la víctima se deja
herir. Normalmente, las críticas que más daño nos hacen son las que vienen de
boca de nuestros familiares y amigos más queridos.
Si una persona desconocida nos suelta en el parque que hay
que abrigar más al bebé puede hasta hacernos gracia pero si eso mismo nos lo
dice nuestra madre o nuestro suegro…¡eso ya es otra historia!
Porque la capacidad de hacernos daño es un regalo que
nosotros hacemos a nuestros seres queridos. Confiamos tanto en ellos que les
damos el puñal con el que poder “matarnos” si quieren. Por eso no es lo mismo
que te critique tu pareja a que lo haga el conductor de autobús. La palabra es
la misma, el daño es totalmente diferente.
O no. Hay gente que va regalando esa capacidad de hacerle
daño a cualquiera que se cruza en su camino. Que se ofende si la vecina le dice
que por qué sigue dando el pecho, que se enfada con la frutera por decirle que
no coja tanto al niño en brazos o que explota cuando alguien le dice a su bebé
que pobrecito tomando biberón tan pequeño.
¿Qué necesidad hay de permitir a la gente que nos dañen de
esa forma? Sobre todo cuando estoy convencida de que la mayoría de las veces no
tienen ni siquiera la intención de ofender a nadie con sus comentarios.
No estoy diciendo que no se pueda contestar, de hecho aquí ya escribí algunas ideas. Lo que intento decir es que a veces estas heridas las
tenemos porque nosotros mismos nos dejamos.
No ofende quien quiere sino quien puede.
En la mayoría de los casos, son las propias inseguridades
las que hacen que regalemos esa capacidad para herirnos. Si estamos convencidos
de que hacemos lo correcto, lo mejor para nuestro caso en particular, entonces
las críticas podrán ser bienvenidas porque no nos van a afectar.
Se trata no sólo de cambiar la perspectiva y de ver esa
crítica como un comentario amistoso o como una preocupación genuina sobre ti y
sobre tu hijo. Se trata además, de aún sabiendo que es un comentario hecho a
“mala leche” (que los hay), no dejar que nos afecte, o al menos no dejar que se
nos note.
Porque en el caso de que sea un comentario bienintencionado
y nosotros nos ofendemos, hay lío. Y si es una crítica con ganas de hacer daño
y se lo permitimos, esa persona habrá
conseguido su propósito, y no se lo merece.
No regaléis ese tesoro tan preciado al primero que pasa.
Reservadlo sólo para las personas de más confianza. La capacidad de haceros
daño sólo debería estar en manos de alguien que jamás la fuese a utilizar.
Feliz año a todos.
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Tienes mucha razón Cristina. Trabajaremos en ello. Besotes
ResponderEliminarSé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero no imposible
EliminarCuánta razón y sabiduría en tus palabras, Cristina. Amén.
ResponderEliminarGracias a ti por comentar. Me alegro que te sea útil
EliminarToda la razón. Hay que disimular siempre la ofensa, hasta con uno mismo para que no duela ;)
ResponderEliminarCon uno mismo quizás es demasiado, pero para no dar el gusto al que ofende. El mejor desprecio es no hacer aprecio.
EliminarMe encanta el final. Genial :) (Y no me refiero a lo de "Feliz año", jeje).
ResponderEliminar¡Gracias!
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