Todos los padres estamos preocupados por cómo enseñar a gestionar
la emociones a nuestros hijos sin darnos cuenta de que muchas veces ni nosotros
mismos somos capaces de hacerlo.
¿Cómo enseñarle a un niño que no se pega, ni se grita ni se
insulta cuando uno se enfada si es precisamente lo que nosotros hacemos cuando
nos cabreamos?
Enseñar a tolerar la frustración no se hace, como algunos
dicen, frustrándoles todo el tiempo porque sí. Con el ya famoso “es que tienen
que aprender a obedecer/esperar/etc” lo que se consigue son niños sumisos o
todo lo contrario, agresivos y con cada vez más problemas de comportamiento.
Para enseñar a tolerar la frustración nosotros, como
adultos, debemos mostrarles cómo hacemos cuando nos enfadamos. Por ejemplo si
les gritamos cuando el niño tarda mucho en ponerse los calcetines o nos negamos
cuando quiere leer siempre el mismo cuento y estamos hasta las narices ¿por qué
pretendemos que acepten con alegría cuando les decimos que esperen hasta
después de comer para jugar o cuando les obligamos a ponerse el abrigo?
Si nosotros nos enfadamos, ellos también tienen derecho a
hacerlo. La diferencia está en que nosotros tenemos más recursos que ellos para
gestionar nuestros enfados. Los niños solo saben demostrarlo mediante gritos, llantos
patadas y manotazos.
Ojo, que esto se puede decir al revés: si ellos se enfadan,
nosotros también tenemos derecho a hacerlo. La diferencia está en que como
adultos, tendríamos que saber llevar el enfado de la mejor forma posible.
Gestionar sí, controlar no
Controlar las emociones es el deseo de muchas personas:
“quisiera poder controlar mi ansiedad/mi rabia/ mi tristeza” Poder dejar de
estar triste o nervioso cuando nos apeteciese y volver a estarlo cuando nos
viniese bien.
Siento daros malas noticias pero esto es un imposible.
Bueno, tal vez haya alguien en un estado de calma y plenitud que sí sea capaz
pero si un simple mortal intenta con todas sus fuerzas dejar de estar ansioso,
lo más seguro que es que esa sensación le vuelva con el doble de fuerza.
Con el enfado pasa algo parecido, si lo intentamos controlar
(es decir, negarlo) al final lo que va a ocurrir es que acabemos explotando en
un momento u otro. Si alguien os dice que para educar bien no podemos
mostrarnos nunca enfadados, huid lo más rápido que podáis de esa persona,
porque os está pidiendo un imposible: que controléis vuestras emociones.
Las emociones no se controlan, se gestionan.
Algo así como
decir “vale, tengo un cabreo monumental ¿ahora qué voy a hacer con él?” El
primer paso está dado, que es nombrar la emoción, saber qué nos ocurre.
¿Qué es la ira?
La ira es como un parásito, necesita de un humano para
sobrevivir. Así que cuando se instala en alguien, va a hacer todo lo posible
para no morir. La ira sabe bien qué es lo que la mata y por eso no va a dejar
que el humano que ha secuestrado lo haga. Para lograrlo, manipula la mente de
la persona para que no le apetezca hacer aquello que la puede destruir.
Un plan perfecto ¿verdad? Conseguir que la única persona
capaz de matar la ira no le apetezca empuñar el único arma que puede acabar con
ella.
¿Sabéis que es lo que mata la ira? Algo tan sencillo como LA
RISA. Cuando estamos enfadados con alguien lo que menos nos apetece es reírnos.
Es más, si ese alguien intenta hacernos reír, lo más probable es que nos
enfademos todavía más. Eso es la ira haciendo de las suyas, evitando a toda
costa que nos riamos.
Lo mejor que nuestros hijos pueden ver es que ponemos
expresión de enfado, les decimos que estamos enfadados y que necesitamos irnos
un momento a reflexionar. Una vez solos, tomamos aire y volvemos con las pilas
cargadas.
La expresión “dentro de un tiempo nos reiremos de esto” tiene
un significado más profundo del que la gente se piensa porque ¿y si en vez de
dentro de un tiempo nos reímos ahora? ¿Qué ocurriría si volvemos de nuestro
respiro convertidos en el monstruo de las cosquillas? Seguramente pasen tres
cosas:
- Nuestro hijos se reirán también.
- Nosotros nos relajaremos.
- Será más fácil que acaben haciendo lo que queremos, porque se obedece mejor a un padre feliz que a uno enfadado.
Una vez pasada la crisis, es cuando deberíamos hablar con
nuestro hijo sobre lo sucedido, desde la calma: “Eso que hiciste antes no me
gusta, me enfado cuando ocurre”. Algo así.
¿Vosotros qué hacéis cuando os enfadáis con vuestros hijos?
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Yo tomo aire y cuento hasta diez.
ResponderEliminarHay gente a la que le funciona eso y otros a los que no. Se trata de buscar lo que le vale a cada uno
EliminarPor cierto por el título pensaba que iba a ser sobre los enfados entre los padres. Te lo comento poa lo mejor te apetece escribir un día sobre eso jeje. También es interesante.
ResponderEliminarPues sí, ya lo tenía en mente. Lo que no me di cuenta es que podía llevar a confusión XD
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