
Tercera y última entrega de la trilogía del autor invitado: J, el padre de la criatura. Para leer la primera parte pincha aquí y para la segunda aquí.
Le dije a C. que espaciara estos post porque pueden llegar a
ser muy cansinos. Este post habla de la relación de M con la guitarra y otros
instrumentos musicales con los que ha tenido contacto y pretende ser
continuidad de la serie que indica el título.
Cuando M. era pequeño (…pequeño de verdad, no como ahora…) no
se movía tanto. Intentaba dejarle tumbado y tocarle la guitarra cerca pero no
aguantaba demasiado y prefería los brazos a tener un soniquete que no entendía,
por lo que las únicas veces que realmente “prestó
atención” a lo que le tocaba fue cuando estaba en brazos de C.
Ahora que se mueve como un sapaburus viene gateando en
cuanto oye una guitarra y no me deja tocar nada por lo que estamos en un
momento complicado (… nuestra relación siempre ha sido muy difícil …). Comienza
a tirar de las cuerdas por lo que me obliga a estar atento para evitar que se
rompan. Además, quitarle del alcance de
su mano la guitarra supone un berrinche que hay que solucionar con la
estrategia del despiste (… bendita estrategia …).
De momento tengo las guitarras a salvo en la “habitación
prohibida” , pero ya estoy buscando unos colgadores que te permiten dejarla
colgada en la pared.
Lo que está claro es que le gusta (… o eso quiero creer yo
…)
Del resto de instrumentos con los que ha tenido relación
poco tengo que decir.
El piano le gusta, a veces le siento frente a él y le toco
algo mientras él aporrea (…aporrea tan suave que apenas toca…). Aún así, el
último día tiró de la tapa que lo cierra y a punto estuvimos de tener un
disgusto.
La trompetita de juguete se la robó a una niña que la tenía
y aunque él no sabía tocarla se quedaba anonadado cuando le sacaba yo el
sonido. Sólo tuvo contacto con la trompetita un día por lo que no tiene mucha
trascendencia.
Y por último están los instrumentos de percusión. Estamos
empezando a ir a unas clases en las que dos percusionistas tocan distintos y
variados instrumentos de percusión mientras un grupo de niños sobre colchonetas
intentan acompañarles (hay sobre las colchonetas varios tipos de
instrumentos que pueden coger los niños). Los padres actuamos como cebo, no
parando de tocar las panderetas y demás que hay por el suelo y, de vez en
cuando, aupando a M. para que haga sonar unas campanas…
Dependiendo de la edad, los niños acompañan con mayor o
menor éxito, pero en general se crea un ambiente especial, se entra dentro de
un pequeño trance musical bastante adictivo. M. está encantado viendo al resto
de niños jugar y va de un lado a otro de la sala como Pedro por su casa
cogiendo todo lo que encuentra a su paso. Al principio sólo para llevárselo a
la boca, pero en la última clase ya cogió una especie de baquetas de goma para
golpear las panderetas. Aún así, M. es el más pequeño, por lo que iremos viendo
qué tal le sigue yendo.
Para acabar con la trilogía musical quería hablar del disco
que más ha escuchado M.
Lo acabo de revisar en itunes y confirmado: de las 12
canciones más escuchadas, 10 de ellas son del HARVEST de NEIL YOUNG.
Discazo donde los haya… de paso recuerdo que fui al único
concierto de “The Harvesters” con M. Se trata de un grupo formado por músicos
de distintas bandas que se juntaron para tocar el HARVEST en un par de
conciertos. ¿Coincidencias del destino?
Bueno, en verdad fui a la previa con él en el fular, con la
esperanza de que el concierto se retrasara y poder encasquetar a M. con C.
Allí , con caña en mano, nos deleitaron con los ensayos
previos. Fue entonces cuando M. decidió que tenía hambre y se cruzaron los
astros para que pudiera empaquetarlo con C., que justo acababa de llegar de
trabajar.
Una vez empaquetado volví al bar justo a tiempo para
disfrutar de esos dos primeros golpes del tema que da comienzo al disco . Una
gracia divina.
Jajaja, me ha hecho gracia lo de la habitación prohibida porque aquí también tenemos una, de donde no salen los ordenadores, los móviles, etc., porque si no no haría más que estar con eso.
ResponderEliminarPedro le toca el bajo de vez en cuando y a él le gusta, pero sobre todo coger las puas y juguetear con ellas. De momento no hemos probado más intrumentos, aunque me gustaria subir del trastero el órgano que tenía yo de pequeña para ver si le gusta. Los grupos de percusión de niños me parecen súper interesantes, a ver si podemos nosotros apuntarnos a algo de eso.
Sí bueno, últimamente de prohibida ya sólo le queda el nombre porque siempre se nos olvida cerrar la puerta, jejeje
EliminarLo de la percusión está muy bien porque no es una escuela de música para bebés al uso donde se cantan canciones infantiles y tienes que hacer el chorras. Te dejo el enlace de la que vamos nosotros, aunque te queda algo a desmano igual ellos conocen algo por tu zona, http://escoladomedio.blogspot.com.es/p/contacto.html