Me
gusta cocinar, pero no por las razones habituales de disfrutar de los olores,
las texturas, el placer de comer algo que tú has elaborado, no, no, no. Me
gusta la cocina porque es el lugar donde puedo dar rienda suelta a mi obsesión
por el orden. ¿Habéis visto alguna vez el programa de Arguiñano? ¿Os habéis
fijado en que, a pesar de utilizar cuarenta y siete platos para freír un huevo siempre tiene la
encimera despejada, los cuchillos en su sitio y el fregadero impoluto? Pues yo
soy igual pero sin los cuarenta y siete platos.
El
caos habita en mí, lo sé, lo he visto con mis propios ojos. El único lugar de
mi mente que resiste a la invasión es el lugar destinado a la cocina: desde ir
al supermercado hasta poner la mesa.
Disfruto
yendo a la compra, ver en el supermercado todos los productos tan bien
ordenados en las estanterías me tranquiliza. Es casi como ir al SPA.
Pero
para que la experiencia resulte verdaderamente relajante hay que saber elegir
los supermercados porque los hay que me ponen los pelos como escarpias, como el
DÍA, lugar donde me he encontrado con cajas tiradas por el pasillo o una nube
de moscas debajo de una patata, o Alcampo, que ostenta el dudoso título de ser
el único supermercado que tiene callejones sin salida. AntiSPA total.
Me
encanta (man)tener la cocina limpia y una de las razones por las que a veces me
imagino a J. ardiendo en las hogueras del infierno es que haya platos sucios en
el fregadero antes de ir a cocinar o que la vitro tenga restos de aceite del
día anterior. Me pone mala. Siempre limpio primero antes de cocinar, aunque
tenga prisa.
Otra
de las cosas buenas que tiene cocinar es que puedo poner en práctica mis
poderes. Soy multitarea y en la cocina mucho más. Mientras se sofríe la cebolla,
pelo las patatas y mientras se fríen los filetes voy limpiando los cuchillos,
la tabla y batiendo los huevos. Todo un arte de economizar movimientos.
Cocino
los platos de toda la vida: guisos, arroz, cocido, caldo, lentejas, ensaladas,
tortilla, etc. A veces en un alarde de modernidad hago un cuscús pero no me
saques de ahí. En mi vida he hecho una reducción de vinagre de Módena ni caramelizado
nada. Soy de gustos sencillos.
Respecto
al resultado, puede variar. No me considero una gran cocinera, soy mucho de
ojímetro y poco de báscula, pero prácticamente todo lo que hago está comestible
y la mayoría hasta podría calificarse de “bueno.”
En
cualquier caso, como muchas otras cosas en esta vida, al final el resultado no
es lo fundamental, lo importante es haberse divertido.
No hay comentarios :
Publicar un comentario